domingo, 31 de mayo de 2009


(Escrito y publicado a finales de marzo de 2007)
A un mes de los cuatro años... no hay escurridor,
bolsa con arena ni indignación que alcance


Estamos más o menos, entró mucha agua adentro y se mojaron las zapatillas de los chicos; hasta el ropero se mojó. Por ahora estamos en mi casa”…
Rossana, barrio San Lorenzo. 28 de marzo de 2007 a las 15:20.

Hoy, 29 de marzo de 2007 se encuentra en un “Centro de Alojamiento Transitorio”…
lo que antes llamábamos “Centro de Evacuados”.

Se le notaba en la voz, se sentía su incertidumbre… ella, como tantos, cientos, miles de vecinos, no sabía si irse o quedarse, no sabía a quien creerle, no entendía porqué su barrio otra vez parecía un río; y mientras intentaba responderle a sus hijos pequeños sobre lo que estaba ocurriendo y sobre qué iban a hacer, solo podía pensar en ese “nadie va a reparar tanto daño y tanta pérdida”, ni la del 2003, ni la desesperación del 2007, ni las muertes, ni los proyectos arrancados, ni los miedos, tampoco el frío de los pies mojados. Los escurridores no alcanzaron, se mezclaron con el agua de lluvia tanto como sus ganas de obtener respuestas ante semejante desesperación. Su rostro y sus palabras se confundieron con lo ya conocido.

Pasaron casi cuatro años de la inundación del 2003 en Santa Fe. Exactamente hoy se cumplen 47 meses del ingreso del Salado, 47 meses de aquel tremendo 29 de abril que hoy más que otras veces está tan vigente.
Ahora son las lluvias las que inundan gran parte de la ciudad, de los campos y de tantas localidades de la provincia, imágenes que se repiten en distintos lugares argentinos. Y cuando falta solo un mes para que el almanaque termine de dar se cuarta vuelta, las paradojas cotidianas siguen siendo idénticas a las de 2003: causas naturales versus causas sociales; responsabilidad política versus mito, presentimiento, desinformación y desamparo.
A un mes del 29 de abril podemos decir que hace cuatro años un tramo de la defensa no estaba terminado (aunque se había inaugurado) y por ello el agua entró a la ciudad y se convirtió en una trampa sin salida, ya que dentro de la ciudad hubo dos metros y medio más que en el río. Hoy, sobre es final de marzo, tenemos que decir que a pesar de la influencia de los factores climáticos y meteorológicos, no existieron obras, los barrios inundados están peor que antes de 2003, que otra vez no hubo previsión ni hay “plan de emergencia”. La palabra de muchos referentes del foro del oeste (en la que se organizan innumerables instituciones sociales y barriales) es clara: “los funcionarios nos dicen que tenemos que esperar, como si no hubiera pasado nada; nadie nos da respuestas. Nosotros proponemos la idea de una sola ciudad, que tengamos una sola Santa Fe para todos. No queremos que existan ciudadanos de primera, con obras públicas en el centro, en la Costanera y en los bulevares y ciudadanos de tercera, como nosotros, que estamos destinados al abandono en los márgenes del territorio”.

Otra vez los vecinos tuvieron que confiar en sus intuiciones o en sus creencias, una vez más debieron recurrir a los medios de comunicación para saber qué hacer o para al menos, tener un nexo (sin dejar de lado que las empresas periodísticas responden a intereses políticos y económicos y que por lo tanto las transmisiones y coberturas son acordes a los intereses de los que tienen que respaldar).
La desesperación volvió a tomar las calles, como si la experiencia fuera poca cosa, como una especie de boicot a la memoria por parte de los responsables, como si el dolor no sirviera para nada. Y si profundizamos sobre los factores ambientales que tanto se están manoseando en los discursos, tenemos que preguntarnos una vez más qué está pasando en la provincia con la plantación indiscriminada de monocultivos, mayoritariamente de soja, y su consecuente agotamiento de los suelos, o preguntarnos qué cosas provocó la deforestación irracional de toda la región y qué pasa con las lluvias en ese marco.
Eso entre otras tantas cosas, como el tan vapuleado cambio climático, enunciado que solo ampara a los que tienen que actuar porque son responsables -y porque fueron elegidos para eso-; responsables a los que ahora otra vez les agarró el “apuro”. Pareciera que a la culpa frente al deterioro del planeta y al mal uso de los recursos naturales la tenemos solo los ciudadanos comunes… situación cierta, pero que no puede usarse para encubrir otras tantas y verdaderas responsabilidades, justamente a solo 7 días de haberse conmemorado el Día del Agua... recurso tan redituable para unos pocos, escaso para la mayoría en su versión potable y público como servicio solo en determinadas circunstancias.

No poder salir, no querer volver
Hay un eje o una marca elocuente para hablar a cuatro años de la inundación, para hablar del transcurrir durante tantos meses, entonces tendremos que pararnos sobre las consecuencias y poder contar cómo llegamos a este 29 de marzo de 2007. Y si hay algo evidente son las secuelas presentes en los inundados y también en las personas que no sufrieron directamente la entrada del agua del Salado; esa la muestra de que la ciudad está mojada y que nunca se secó. Hoy lo contundente y donde tenemos que poner el ojo es en las secuelas en la salud psíquica y física, y en las muertes y pérdidas colaterales. Debemos hacer foco en ese dato cotidiano que no siempre se publica ni se cuenta.
No hay historia de vida de alguno de los 150.000 afectados en el 2003 -de un tercio de la ciudad- que no tenga un familiar, amigo, conocido o que él mismo no sufra fobia, depresión o angustia; y ni hablar de las enfermedades respiratorias o cardíacas que a partir de informes realizados por los Organismos de Derechos Humanos evidencian una realidad que desespera y preocupa, aún más, cuando los datos y casos son de muertes colaterales que se desencadenan de esas situaciones en la salud de la población santafesina.
Pero también tenemos que hablar de ese “no poder salir” de la casa desde el 2003 o de ese no “poder volver” en otros casos, que muestra que ni las heridas están cerradas, ni que podemos volver a empezar de cero como si nada hubiera pasado y como tantos sectores proponen. Hoy, muchos, demasiados, por no decir la mayoría, prefieren no hablar de lo que pasó hace 4 años, prefieren no hablar porque si lo hacen “lloran”, porque no pueden comprender lo que pasó y porqué ocurrió; y porque frente a tanto dolor y desamparo pareciera que el olvido los ayuda a cicatrizar lo que todavía es muy reciente y está tan vigente.
Entonces, como hoy, 29 de marzo se están repitiendo tantas cosas que ya conocemos y que ya vivimos, supongo que tendremos que hacer algo. Cada uno sabrá qué… los que podemos apostar a la memoria porque estamos más fuertes tenemos esa responsabilidad para afrontar… Por lo pronto hay una plaza que llenar el próximo 29 de abril para seguir resistiendo y seguir reclamando. De muchos depende que los que todavía no pueden contar encuentren en nuestra voz un medio.
Mientras sigue lloviendo sin parar y los “pronósticos y los alertas, y las contingencias climáticas” son las que “guían nuestro destino”; a un mes de los cuatro años del 29 de abril de 2003, en una jornada donde desde todos los barrios se pide auxilio, creo que lo que tampoco tenemos que seguir sosteniendo es la impunidad que sigue reinando, la impunidad que nos sigue gobernando.

Mariana Rabaini, comunicadora social.

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